El dolor, bien sea un dolor psicológico o físico, ocupa nuestra vida y cuando sentimos dolor no es fácil separarnos de él, pensamos, sentimos y hacemos todo alrededor del dolor.
Es difícil separarnos de él porque nos dice continuamente lo que podemos o no podemos hacer y eso restringe nuestra vida, nuestros movimientos y nuestras ganas de hacer algo. ¿Cómo voy a vivir si hay algo que me lo impide o no me deja hacer algunas cosas que quiero, que me gustaría hacer, o que siempre he hecho? ¿Y ahora porque no?, ¿ahora que quiero porque no puedo hacerlo?
La vida, el vivir, el estar aquí, el tener, el querer o desear algo, no es para siempre, no es fijo no es estático, las personas y las cosas cambian, nuestra vida puede cambiar y cambia.
Cuando aparece un dolor, ya sea un dolor psicológico o físico, en nuestra vida, nuestra vida cambia, nosotros cambiamos, y ocurre la mayoría de las veces que dejamos de ser nosotros y nos convertimos en el vaivén de nuestro dolor, pensamos, sentimos y hacemos lo que nuestro dolor nos está diciendo, nos va diciendo en cada momento.
Tomar las riendas de nuestra vida, de ser nosotros, de hacer lo que en ese momento nos apetezca y no digo con limitaciones, porque aunque toda etapa las pueda tener, dejamos de hacer cosas, dejamos de pensar en nosotros y pensamos siempre y a todas horas en lo que no podemos, en lo que no tenemos, en lo que hemos perdido.
A lo largo de nuestra vida, todos hemos experimentado pérdidas personales, pérdidas de seres queridos, de bienes materiales, y también, hemos tenido ganancias, ganancias personales, ascensos laborales, materiales.
Podemos perder por varias circunstancias desagradables y podemos ganar también por otras circunstancias agradables. Ganamos y perdemos porque antes lo hemos tenido, si no es imposible perder.
Cuando perdemos salud nuestra vida se viene abajo porque entendemos salud por vida.
Vivir sin salud no nos gusta, nos asusta y nos hace vulnerables, miedosos, débiles, nuestra vida es un vaivén de acá para allá.
Entendemos la salud como un todo que nos gobierna y nos da poder y por lo mismo entendemos el dolor como un todo que nos desgobierna y nos quita poder.

Vivir con el dolor como parte de mí, que está dentro de mí, pero que yo no puedo decidir. Y entender que yo no soy ese dolor, yo sigo siendo yo, no es fácil.
Siempre he decidido y he hecho lo que quería, y ahora ya no. Ahora alguien decide por mí, alguien me dice lo que debo y tengo que hacer, ¿por qué?.
Y si sigo siendo yo, como creo que siempre he sido, y si hago lo que quiero, lo que debo o lo que me apetece, y si, a pesar del dolor yo sigo queriendo y haciendo lo que quería, es decir, ser yo como siempre.
Dejar que mi pensamiento hable, porque habla y mucho y me dice y me repite, ¡no puedes, te duele, no hagas, será peor, déjalo, resígnate, ya se acabó, tienes que conformarte, ya no puedes como antes, ya no estás tan ágil, ya no puedes hacer muchas cosas o casi ninguna, reconoce que ya no estás para esas cosas!.
Eso lo oímos y no solo en nuestro pensamiento, alguien más se atreve a recordádnoslo.
Y no es solo el dolor el que habla, es nuestro pensamiento, es la gente del entorno, soy yo quien me digo estas cosas.
Yo me digo todo eso, y además, también oigo. Oímos “conversaciones de otras personas sobre sus dolores”, y de verdad se habla de cuántos dolores tienen cada uno de ellos y como se describen los dolores con todo lujo de detalles, qué énfasis se pone en ello y da la impresión de lo que gozan con ello las personas que tienen muchos dolores, como se encadenan unos dolores con otros, como se quitan la palabra las personas dolientes y supongo que la persona que más dolores tenga es la que gana.
Bueno pues esto y hablar y hablar todo el día y a todas horas del dolor no te hace sentirte mejor, tener menos dolor, y sobretodo, que el dolor te deje. Ya no vivimos, ya vive el dolor en nosotros.
Si de todo esto fueras consciente, si tener dolor no arruinara tu vida y trataras al dolor como algo que te acompaña, pero no eres tú, podrías ver esa separación que existe entre el dolor y tú mismo.
Sentir dolor no es ser dolor, sigo siendo yo con el dolor, o a pesar del dolor soy yo.
Si distingo esto, si trato mi dolor como es, como dolor, si me acompaña y lo dejo que esté, pero yo voy a hacer mi vida, con los cambios de mi vida, con las pérdidas de mí vida, con las situaciones nuevas que han ido surgiendo, con lo nuevo que ha ido apareciendo. La vida es dinámica y hay cambios y nosotros nos movemos con ellos, ¿por qué no vamos a seguir moviéndonos con este nuevo cambio, ¡el dolor! y seguir viviendo con él?